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Aquí no es así: Reflexiones sobre el Rock Mexicano.

marzo 7, 2009

Quienes han escogido interpretar música de Rock en México, tienen detrás de sí una gran historia de encuentros y desencuentros con la sociedad en la que estan inmersos. No es comparable la situación de un país plenamente desarrollado -como en el caso de los paises Europeos occidentales o los Estados Unidos- con el nuestro. Incluso, hay diferencias con otros paises latinoamericanos como Argentina, que vivió su propia problemática y su propio ritmo de desarrollo Rockero. El Rock en México es un fenómeno particular que tiene que ver con el pueblo, la censura, la represión, el sectarismo y sobretodo, por una larga lucha por ganar espacios de difusión.

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Mientras en muchos otros paises, el Rock and roll es una realidad plenamente asimilada por la sociedad, en Mexico esto es una condición mas o menos reciente. La generación actual podría ser la primera en gozar de los beneficios de expresarse libremente en la música de Rock.
El Rock Nacional con sus aciertos y flaquezas es un tema extenso de reflexión, del cual quisiera mencionar algunas observaciones personales:

El rock Mexicano mutó de clase social e idioma, refugiándose en sectores, no en una universalidad.

En sus inicios el Rock and roll era una piedra preciosa de las clases medias y altas. Por su condición de «novedad» llamaba la atención de sectores ilustrados y pudientes, siendo aquellos que tenían posibilidad de ir a los Estados Unidos los que introdujeron los primeros discos de artistas internacionales. Estas grabaciones pasaban de mano en mano entre los jovenes «informados», mientras la clase trabajadora veía en el Rock una influencia «extranjerizante» y rebelde que no merecia la pena tomarse en cuenta.

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Con el paso de los años, la juventud descubrió la esencia y las raíces de esta música, tomando una posición radicalmente opuesta: Para ser un verdadero rockero, se necesitaba proceder de los estratos bajos de la sociedad y haber sentido en carne propia la desazón de los problemas sociales de un pais pobre y de libertades acotadas. El Rock entonces fue un baluarte de la juventud con el que se podia auto-infringir un legítimo «baño de pueblo».

En los dos casos, se trata de posiciones encontradas que sólo fomentan la inútil formación de sectores, luchando por demostrar cual Rock and roll es más «auténtico».

Con la misma facilidad, el Rock mexicano mutó de idioma. Mientras en los sesenta se cantaron versiones «castellanizadas» de las clásicas del rock anglosajón, a finales de la década la mayoría de los grupos cantaban en Ingles, en gran parte motivados por el gran éxito de Carlos Santana en la unión americana. No tardaron demasiado en entender que la única manera de lograr el sentimiento de pertenencia con el público, era interpretar piezas originales en español.

La represión fue el mayor obstáculo porque generó otro tipo de represión: la auto-impuesta por el mismo Rockero.

En los años sesenta, el Rock se percibía como una música contraria a las buenas costumbres. A pesar de ello, gozaba de cierta difusión en los medios: Los adultos podían desaprobar estas manifestaciones, pero las toleraban en la pantalla de televisión o en la radio.

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Después del festival de Avándaro, se le catalogó como algo peligroso que no debiera ser promovido. Esta música podía convirtirse en un medio de expresión que podía denunciar la inconformidad juvenil e incomodar a las élites gubernamentales -Señaladas como responsables de las vidas perdidas en Tlatelolco-. En consecuencia se le reprimió y se le confinó a lo subterráneo.

Lamentablemente, los rockeros que surgieron en esta etapa de prohibición, poco hicieron por sacar su música del «hoyo fonqui», dando la impresión de ser felices en ese estado de confinamiento. Dada la situación, era «indigno» salir y gozar de los beneficios de un buen contrato, un buen disco o un buen programa. Hubo muy pocas oportunidades, pero cuando las hubo, no se aprovecharon.

Las grabaciones no eran el fin último, sino un trámite o requisito para continuar gozando del verdadero estado natural del Rock: «La tocada en vivo».

Dentro de este ambiente tan limitado, grabar un disco era como un «sueño guajiro» o peor aún, algo que solo un impostor haría. Parecía suficiente hacer llegar la música al escaso público por medio de las audiciones clandestinas, en las que tendrían suerte de no ser abucheados. Cuando finalmente las bandas se convencian de la necesidad de trascender e inmortalizar su música, encontraron espacios muy breves en modestos estudios de grabación. Categóricamente puedo afirmar que el Rock mexicano de los setentas se encuentra muy pobremente documentado en discos. Grandes bandas y extraordinarias canciones, pero muy pocos discos.

Fueron los grupos extranjeros quienes encontraron las puertas abiertas y solo así despertaron a los productores nacionales de su letargo.

A mediados de los años ochenta, se empezó a permitir la presencia de conciertos masivos de grupos del exterior. El Rock dejó de ser un fenómeno clandestino para reaparecer en los teatros, estadios e incluso, regresar a la televisión. Los promotores recordaron que esta musica era originalmente un negocio con gran potencial y encontraron el gran hueco de mercado que existía en México desde los años sesenta: No había suficientes grabaciones de Rock en español. En consecuencia, se buscó introducir al público mexicano bandas españolas y argentinas.

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Inesperadamente, los productores y promotores abrieron por fin los ojos a la producción nacional, que tranquilamente podía competir con la extranjera. Por fin los músicos encontraron la oportunidad que esperaban para «traicionar» al hoyo fonqui y salir a la superficie. Pero para ello, tenían que ser profesionales y atender aspectos que antes no importaban, como saber trabajar en el estudio de grabacion, lidiar con la prensa y entender su responsabilidad como artistas y como personas públicas. No todos se sintieron agusto con este nuevo profesionalismo del Rock y se auto-marginaron, manteniéndose «intachables» en un falso puritanismo rockero, anti-estrellato.

Una buena parte de los rockeros mexicanos sienten como una obligación presentar en su música influencias folclóricas o representativas o de la idiosincracia nacional.

Tin Tan, María Sabina o José José, tendrían mucho que ver con el Rock, en la mente de muchos rockeros. Y es que para ellos, la música de Rock tendría que representar lo que llevamos como pueblo, aún en la cultura popular y el inconsciente colectivo. Esto facilita la asimilación popular de una propuesta «extraña» a nuestras costumbres, llegando en ocasiones a resultados espectaculares, mientras que en otras se puede conformar simplemente con el «cover» de la canción folclórica o populachera.

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En nuesta idiosincracia se siente una patológica desconfianza por lo extranjero y hasta en el Rock sentimos la obligación de teñir de tricolor nuestros acordes y ritmos. Quizás existe una especie de miedo a no ser «lo suficientemente mexicanos» (…) Finalmente, el Rock tiene más de cincuenta años de existencia y mundialmente ha asimilado todo tipo de influencias. Realmente no es tan necesario sonar a lo que ya eres de facto.

Es posible que esta supuesta mexicanidad, sea más bien un arma de mercadotecnia que permita una más rápida asimilación a la música de Rock por parte de las masas desentendidas. Cuando se hacen discos de tributo a artistas ajenos al estilo musical, o se graba «Contrabando y traición» a ritmo de Rock, es muy fácil que la propuesta se confunda con el ardid, y se juzgue como recurso barato.

El Rock nacional dista mucho de verse como un movimiento compacto. Existen sectores muy marcados y los mismos aficionados promueven la división, señalando cuales son las bandas de «verdadero» Rock y quienes son «impostores» o «vendidos».

Esto es un aspecto lamentable, que tiene su origen en cuestiones mucho más profundas de nuestra sociedad, que por inercia se ven reflejadas en la música de Rock. El «personal» aficionado al Rock se siente con la suficiente autoridad para designar a las bandas «legítimas», separándolas de quienes creen que no lo son. Desafortunadamente carecen del sentimiento de unidad e ignoran que el apoyo generalizado, o al menos la ausencia de denuesto a las otras bandas nacionales, nos llevaría a ser más fuertes de cara a los estilos de música que dominan en los medios, o a los movimientos extranjeros.

Por último, el Rock Mexicano se integró a un movimiento latino que se vende en bloque, convirtiéndose en una fuerza menos romántica y más efectiva en su poder de arraigo y difusión.

Sin embargo, se continúa cuestionando la calidad artística. Es difícil precisar si los grupos que existen en la actualidad, estarían aprovechando los tiempos de apertura para plasmar un Rock mexicano de mayores alcances. Además de lograr la fama y ventas aceptables de sus grabaciones, los músicos estarían obligados a demostrar que pueden trascender artísticamente mas allá de lo que lograron los grupos de Avándaro o los del «Rock en tu idioma», porque viven en un mundo más tolerante y con mayores facilidades para expresarse y promocionarse.

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En la escena actual encontramos aspectos muy positivos, como un mayor arraigo y el creciente fenómeno de hermandad latina, que brinda la apariencia de que se compite de manera leal y propositiva con las contrapartes argentinas, chilenas y colombianas.

De tal manera que, la mayor virtud del Rock Mexicano actual, es la de haber superado el miedo al triunfo y a la competencia, además de la comprensión de lo que realmente significa estar en el negocio del Rock. Este avance tendría que verse reflejado en la calidad de las composiciones y arreglos. Ese es el reto que queda pendiente para los próximos años. Que viva el Rock Mexicano.

Guillermo Mantra.